Imagen tomada de la web
Cuando era una niña
siempre sentí una especial devoción y afecto por la santísima virgen María; recuerdo
que siempre venere su imagen y solía llevarle rosas rojas. Lo hacia en los
templos o cuando bajaba de medina hacia el pueblo en donde vivía, para ir a
estudiar a la escuela. Eran largas caminatas por la carretera. Desde mi más tierna infancia de la que vagos
recuerdos me llegan a la memoria. Hay algo que se me viene al pensamiento; es
un recuerdo de mi cuna. Aquellos
ángeles, yo los veía y veía a mi ángel
guardián sonriéndome y ella siempre a mi lado, una figura
protectora. Lo que veía no eran láminas
de papel, eran figuras reales y por cierto angelicales tal cual, de túnicas y
alas blancas. Luego paso el tiempo y esas figuras quedaron subyugadas por los
aconteceres de mi vida. Hasta que a los siete años o un poco más me sucedió
algo que marco mi vida para siempre y de un modo positivo. En ese entonces mis
padres se habían separado y yo vivía con mi papa y su otra mujer. Sucedió una
noche cualquiera, fue algo en apariencia tan simple y cotidiana, como el cantar
de unos pajarillos, en una madrugada, era una visión, la vi en el sueño, lo
recuerdo muy bien, las calles por donde vivíamos allí en Río sucio eran faldudas, aquella calle lo era en
especial. Bajaba yo por esa cuesta cuando sentí y vi, la vi subiendo, pasaba
por mi lado, vestida de negro, tapada de
la cabeza a los pies, cubierta con su manto que además tenia pintadas estrellitas, cabizbaja iba pasando a mi lado,
no me miro, pero no bien hube avanzado
un paso, cuando de inmediato la reconocí, sin ver aún su rostro, entonces la
llame, porque ella iba a pasar de largo y sin mirarme ¡María! Exclame
conmovida, entonces se detuvo y volvió su cara
hacia mi y la tenía llena de lagrimas; de inmediato y sin mediar palabra
alguna, señalo con su mano hacia el cielo, me indujo a que mirara también y vi
claramente escrito en latín varias palabras,
pero solo me quedó clara una en
la memoria; Cristo Jesús, Jesús el
Cristo. Hoy lo se, era la virgen de los dolores, divina mensajera de los cielos
cuyo mensaje era claro. Tiempo después tuve una visión, me había visto a mi
misma ante la presencia majestuosa de la santísima trinidad; mi esencia era la
misma, era yo, pero bajo otro aspecto
muy distinto como si estuviese compareciendo ante Dios. Yo vi y vi al padre que
estaba sentado al lado de Jesús, igual al padre pero más joven. Y levantaron sus manos y me enviaron
aquí a este lugar, la tierra por supuesto. Era yo una niña de diez a once años
cuando tuve esas visiones, esas vivencias tan personales, tan mías.
Hoy me pregunto ¿Qué
habría sido de mí, si en aquella ocasión
por descuido hubiese dejado marchar a María? ¿Si no la hubiese reconocido?
Desde entonces la he sentido como mi amiga, lo era incluso antes de aquella
vez. Lo que yo no sabia y hoy comprendo muy bien era que ella, era la viva
manifestación de Dios, la plenitud del espirito santo, la presencia viva del
Cristo, siendo además su mensajera y su fiel servidora.
En aquel acontecer
silencioso del alma y como un preludio de un único acontecimiento gozoso, María
se nos muestra, se nos presenta ante los ojos velados y es ella misma
reveladora del designio trazado, Jesús como el único camino para alcanzar los
eternos preludios; camino por el cual se llega al padre, pero es un camino
largo, muy largo dentro de lo cual todos y cada uno de nosotros debemos devenir
en el hijo, para poder ser… ser uno con él y comparar ante su presencia. Pero
hemos de tener en cuenta que esos gozos del alma están signados por las
lágrimas profundas de María. Lagrimas que de un modo general y particular se
nos muestran como un devenir demarcado y en mi caso particular de las terribles
vivencias que tenia que pasar como una
prueba del alma, antes de llegar a cualquier acontecimiento final. Era un modo de robustecer nuestro espíritu en
las cosas consagradas y no consagradas, una manera de templar el alma. Para así
poder comprender. Yo por ejemplo he tenido que vivenciar terribles luchas
espirituales, quizás a eso era lo que se refería ella en su mostrar, mostrarme.
Hemos de tener en cuenta también que María se presenta como benefactora y como evangelizadora, dando cuenta del hijo ;
siendo además una presencia guía en nuestro andar y en nuestro caminar en la búsqueda de la verdad, siendo
esa verdad Dios y Jesús nuestro salvador y redentor.
En muchas ocasiones
María ha hecho su aparición en mí, en los momentos en que mi alma ha estado en
grave peligro; surge de entre la noche e inmediatamente se manifiesta como un
rayo, al que inmediatamente precede la luz. Es decir que María siendo la
luz que cobija y arropa al alma nos introduce por la puerta y nos lleva de la
mano hacia la plenitud tanto del padre como del hijo. Es en aquellos instantes
cuando se siente, que se ha abierto una puerta del cielo. Ella llega y el mal
desaparece.
Beatriz Elena Morales
Estrada
Silencio De Alas
tercera parte
Registrado y reseñado
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