Entrada destacada

A propósito de ciertas cosas:

  A propósito de  ciertas  cosas: No te creas más bendecida, que otros, dado que puedes pensar que son más necesitados que tu  ¿Tú   que s...

miércoles, 12 de septiembre de 2012

MaRiA


                                                       Imagen tomada de la web

María

Cuando era una niña siempre sentí una especial devoción y afecto por la santísima virgen María; recuerdo que siempre venere su imagen y solía llevarle rosas rojas. Lo hacia en los templos o cuando bajaba de medina hacia el pueblo en donde vivía, para ir  a  estudiar a la escuela. Eran largas caminatas por la carretera.  Desde mi más tierna infancia de la que vagos recuerdos me llegan a la memoria. Hay algo que se me viene al pensamiento; es un recuerdo de mi  cuna. Aquellos ángeles, yo los veía y veía a mi  ángel guardián  sonriéndome y  ella siempre a mi lado, una figura protectora. Lo que veía no  eran láminas de papel, eran figuras reales y por cierto angelicales tal cual, de túnicas y alas blancas. Luego paso el tiempo y esas figuras quedaron subyugadas por los aconteceres de mi vida. Hasta que a los siete años o un poco más me sucedió algo que marco mi vida para siempre y de un modo positivo. En ese entonces mis padres se habían separado y yo vivía con mi papa y su otra mujer. Sucedió una noche cualquiera, fue algo en apariencia tan simple y cotidiana, como el cantar de unos pajarillos, en una madrugada, era una visión, la vi en el sueño, lo recuerdo muy bien, las calles por donde vivíamos allí en Río sucio  eran faldudas, aquella calle lo era en especial. Bajaba yo por esa cuesta cuando sentí y vi, la vi subiendo, pasaba por mi lado,  vestida de negro, tapada de la cabeza a los pies, cubierta con su manto que además tenia pintadas  estrellitas, cabizbaja iba pasando a mi lado, no me miro, pero no bien  hube avanzado un paso, cuando de inmediato la reconocí, sin ver aún su rostro, entonces la llame, porque ella iba a pasar de largo y sin mirarme ¡María! Exclame conmovida, entonces se detuvo y volvió su cara  hacia mi y la  tenía llena  de lagrimas; de inmediato y sin mediar palabra alguna, señalo con su mano hacia el cielo, me indujo a que mirara también y vi claramente escrito en latín varias palabras,  pero solo me quedó clara  una en la memoria; Cristo Jesús,  Jesús el Cristo. Hoy lo se, era la virgen de los dolores, divina mensajera de los cielos cuyo mensaje era claro. Tiempo después tuve una visión, me había visto a mi misma ante la presencia majestuosa de la santísima trinidad; mi esencia era la misma, era yo,  pero bajo otro aspecto muy distinto como si estuviese compareciendo ante Dios. Yo vi y vi al padre que estaba sentado al lado de Jesús, igual al padre pero más  joven. Y levantaron sus manos y me enviaron aquí a este lugar, la tierra por supuesto. Era yo una niña de diez a once años cuando tuve esas visiones, esas vivencias tan personales, tan mías.
Hoy me pregunto ¿Qué habría sido de mí, si  en aquella ocasión por descuido hubiese dejado marchar a María? ¿Si no la hubiese reconocido? Desde entonces la he sentido como mi amiga, lo era incluso antes de aquella vez. Lo que yo no sabia y hoy comprendo muy bien era que ella, era la viva manifestación de Dios, la plenitud del espirito santo, la presencia viva del Cristo, siendo además su mensajera y su fiel servidora.
En aquel acontecer silencioso del alma y como un preludio de un único acontecimiento gozoso, María se nos muestra, se nos presenta ante los ojos velados y es ella misma reveladora del designio trazado, Jesús como el único camino para alcanzar los eternos preludios; camino por el cual se llega al padre, pero es un camino largo, muy largo dentro de lo cual todos y cada uno de nosotros debemos devenir en el hijo, para poder ser… ser uno con él y comparar ante su presencia. Pero hemos de tener en cuenta que esos gozos del alma están signados por las lágrimas profundas de María. Lagrimas que de un modo general y particular se nos muestran como un devenir demarcado y en mi caso particular de las terribles vivencias que tenia que pasar  como una prueba del alma, antes de llegar a cualquier acontecimiento final.  Era un modo de robustecer nuestro espíritu en las cosas consagradas y no consagradas, una manera de templar el alma. Para así poder comprender. Yo por ejemplo he tenido que vivenciar terribles luchas espirituales, quizás a eso era lo que se refería ella en su mostrar, mostrarme. Hemos de tener en cuenta también que María se presenta como benefactora y  como evangelizadora, dando cuenta del hijo ; siendo además una presencia guía en nuestro andar y en nuestro  caminar en la búsqueda de la verdad, siendo esa verdad Dios y Jesús nuestro salvador y redentor.
En muchas ocasiones María ha hecho su aparición en mí, en los momentos en que mi alma ha estado en grave peligro; surge de entre la noche e inmediatamente se manifiesta como un rayo, al que inmediatamente precede la luz. Es decir que María siendo la luz  que cobija  y arropa al alma  nos introduce por la puerta y nos lleva de la mano hacia la plenitud tanto del padre como del hijo. Es en aquellos instantes cuando se siente, que se ha abierto una puerta del cielo. Ella llega y el mal desaparece.

Beatriz Elena Morales Estrada
Silencio De Alas tercera parte
Registrado y reseñado 

No hay comentarios:

Publicar un comentario