Ella la madre
De rayos
inmensos tú pecho exhalando
Inhalando
bondades extremas.
Radiante más que soles y lunas.
Hermosa
criatura elegida, no eres cualquier cosa,
no.
Para nada;
no.
Más que
cielos estrellados y que ver ponerse
las auroras,
eres tú, la
que llevas la vida en tu cintura,
cual diadema que honra tu serena
faz.
¿Porque?
Porque allí, llevas nada más ni
menos que al divino ser, y al divino hacer.
En ti, la plenitud del Padre, se hizo posible, más de ello no te ufanas, tan solo,
para dar tu mano firme; dando un sí definitivo al omnipotente.
En ti, en
ti, en ti, la vertical
mirada surgeee, como estandarte del único.
¡Del único!
En tu talle
de límpido anhelo, anheló Él,
tener morada. La eterna morada,
y eso, es más muchísimo más , que un bastón.
Entre las
ramas verdes, verdes del oloroso
olivo se saciaran de frutos
los
colmenares , los campos y ciudades
todas ¡Vaya ! Un requerimiento
¡Tan
solo vedlo a É! ¡Solo créele
a Él!
Derrumbad las
vallas de la indolencia y la crueldad; que están haciendo mella, dañando la inocencia y en cuenta
tened , que esta criatura de
gozosa faz se ufana; porque por doquier ella, es más
que una criatura , es la selecta única
y por él mismísimo Dios nombrada.
¡Oh! Que montón de
manojos entre tu pecho llevas,
son pétalos de rosas, como un rosario y sin espinas dadivosa, sobre tus fieles derramas.
Beatriz Elena Morales Estrada© Copyright
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